«Los holandeses en cohete».

Isaac Asimov, eI gran escritor de ciencia ficción, reflexiona sobre el fenómeno «OVNI» (o mejor dicho, en contra…) en este fragmento del artículo «Los holandeses en cohete», publicado en el libro «El planeta que no estaba» (Ed. Andrómeda, 1976).

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Por ejemplo, hace bastante tiempo me llegó una cosa titulada «Simposio OVNI 1973», y allí había un artículo firmado por Stanton T. Friedman, un caballero a quien no conozco personalmente.
El artículo contenía una sección denominada «Ciencia-Ficción versus Ovnilogía», la cual comienza diciendo «Mucha gente se sorprende cuando hago notar que dos de los autores más notables de ciencia y de ciencia- ficción, Isaac Asimov y Arthur Clarke, son igualmente vehementes en sus sentimientos anti-OVNI».
El hecho que Friedman se encuentra con gente que «se sorprenda» por esto indica, según supongo, el nivel de los círculos en que se mueve. Al fin y al cabo, ¿por qué razón habría de suponer la gente, a partir del hecho de que Arthur y yo somos autores de ciencia-ficción, que deberíamos perder nuestra inteligencia y creer en cualquier culto místico que aparente tener algún elemento en común con la ciencia-ficción? Friedman sigue adelante, citándome y agregando sus propios comentarios que supongo que están destinados a reducirme al silencio. Así, me cita diciendo: «La cantidad de energía que es necesaria para hacer un viaje interestelar es tan grande que me parece inconcebible que ninguna criatura que pueda guiar sus naves a través de las inmensas profundidades del espacio lo haga con el único fin de juguetear con nosotros durante varias décadas. Si quisieran ponerse en contacto con nosotros, seguramente lo harían; si no fuera así, entonces ahorrarían su energía». A esto Friedman agrega entre paréntesis: «(Qué ego tenemos los terrícolas! ¿Acaso merecemos establecer relaciones?)». Obviamente Friedman me ha citado sin leer la cita. Yo decía: «Si quisieran ponerse en contacto…» Estoy completamente dispuesto a admitir que es posible que no seamos merecedores de establecer ese contacto, pero en ese caso «ellos se ahorrarían su energía»… y se irían.
Imaginen el ego de los Friedman que creen que quizá no merecemos que se pongan en contacto con nosotros pero que, de todos modos, somos tan encantadores que de alguna manera los platillo voladores se han de pasar todo el tiempo husmeando nuestros planetas por millares durante varias décadas, como si fueran holandeses errantes en cohete sentenciados para siempre a girar alrededor de la Tierra sin poder aterrizar; y además condenados a exponerse ante nosotros como palomas en época de celo.
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5) Pero si todo esto es así, ¿cuáles son sus objeciones al concepto de platillo voladores? ¿Por qué no es posible que haya naves explorando la Tierra con frecuencia y con toda libertad?
Si pasamos por alto la cuestión de las distancias, todavía nos queda la de los motivos. Si dichos holandeses errantes están zumbando alrededor de la Tierra deliberadamente y con algún motivo racional, debe ser porque la Tierra les interesa. Pero, ¿qué puede haber sobre la Tierra que les puede interesar?
Es natural (si bien algo ególatra) suponer que para cualquier extraño la cosa más interesante que hay en la Tierra es el hombre y su civilización. Pero si los platillos voladores nos están investigando, ¿por qué no bajan y vienen a nuestro encuentro? Deberían ser lo bastante inteligentes como para darse cuenta de quiénes son nuestros representantes, dónde están nuestros centros de población y cómo hacer para establecer contactos con nuestros gobiernos.
Tampoco es concebible que puedan tener miedo de nosotros. Si su tecnología es tal que pueden recorrer distancias de muchos años luz sin dificultades, entonces pueden protegerse fácilmente contra cualquiera de las armas ridículas que podamos apuntar contra ellos. ¿Acaso un buque de guerra norteamericana no se atrevería a desembarcar un grupo de exploración en una isla ocupada por chimpancés?
Si hay algo en nuestra atmósfera o en nuestra superficie que puedan encontrar mortífero o simplemente desagradable, seguramente son lo bastante inteligentes como para comunicarse con nosotros empleando algún medio de transmisión a larga distancia… la radio, aunque más no sea. No necesariamente usarán palabras ni un idioma, pero siempre podrán recurrir a alguna señal que delate por sí misma su origen racional. Por otra parte, si están interesados en nosotros pero NO desean establecer contacto -si no desean interferir de ninguna manera con una civilización en desarrollo-, entonces ciertamente son lo bastante inteligentes y avanzados como para poder estudiarnos con todo el detenimiento que quieran, sin permitir que jamás lo notemos. Al permitirnos notar su presencia, están interfiriendo con nosotros. ¿Y si no es el hombre, sino otra cosa lo que les interesa?…
No, en ese caso bajarían a saludar, o bien se irían. Si no hacen ninguna de estas dos cosas no se trata de naves guiadas por seres inteligentes.

6) Pero, ¿cómo puede usted estar seguro de que entiende sus motivos? Tal vez no tengan interés en comunicarse con nosotros pero tampoco les preocupa si los vemos.
Ah, pero si sigue usted acumulando las condiciones que necesita para mejorar su defensa, muy pronto va a alcanzar el punto en que se vuelve totalmente inconvincente.
Para deshacerse del problema de la distancia usted debe suponer que hay por lo menos una civilización improbablemente cercana a nosotros, y también debe suponer que han logrado viajar a velocidades mayores que la de la luz. Para deshacerse del enigma de su comportamiento debe usted suponer que encuentran a la Tierra lo bastante interesante como para molestarnos con frecuencia, pero a nosotros nos hallan tan faltos de interés que ni siquiera nos hablan mientras que, por otra parte, no les importa si los vemos.
Cuantas más suposiciones de esta clase debe usted hacer, tanto más débil será su defensa.
En realidad ninguna de estas suposiciones tienen ninguna clase de respaldo. La única función que cumplen es la de explicar los platillo voladores. Entonces uno puede emplear a los mismos platillos voladores para afirmar que las suposiciones deben ser correctas. Esto es razonar en círculos, que es uno de los deleites de los menos inteligentes.

7) Pero, esperen, no hay duda de que existen claras evidencias de que los platillos voladores son naves espaciales. Hay numerosos informes de gente que ha visto a las naves espaciales y a sus tripulantes extraterrestres. Algunos llegan a sostener que han estado a bordo de las naves. ¿Ha investigado usted dichos informes? De no ser así, ¿los descarta usted de inmediato como carentes de valor? ¿Qué justificación tiene usted para hacer eso?
No, no he investigado ninguno de esos informes. Ni uno solo.
Mi justificación para descartarlos de inmediato es que el testimonio ocular producido por un pequeño número de personas y no corroborado por ningún otro tipo de evidencia carece de valor por completo. No hay ninguna creencia mística que no esté apoyada por numerosos testimonios oculares.
Hay testimonios oculares (según informan los fanáticos) acerca de ángeles, fantasmas, espíritus, levitación, hombres-lobos, clarividencia, hadas, serpientes de mar, telepatía, abominables hombres de las nieves, etc., etc., etc.
No me voy a meter en la ciénaga y creer todas esas cosas basándome solamente en testimonios oculares; y así como no pienso hacerlo, no voy a creer tampoco en naves espaciales con forma de plato volador. Quiero algo menos expuesto a la distorsión y al engaño deliberado que un testimonio ocular.
Quiero algo que sea sustancial y duradero, algo que muchos puedan estudiar. Quiero una aleación que no haya sido fabricado sobre la Tierra. Quiero un aparato que haga algo que no entendamos en absoluto. O mejor, quiero una nave y su tripulación a simple vista, dándose a conocer a seres humanos que sean competentes para observarlos y estudiarlos por un período de tiempo razonable. Estas informaciones sobre apariciones ante granjeros en un pantano o conductores de automóviles en caminos solitarios, simplemente no me impresionan. Tampoco me impresionan las descripciones de las naves y de sus interiores que son lo que yo podía esperar de profanos de la ciencia que han visto películas de «ciencia-ficción» no menos profanas.

8) Pero, ¿de qué otra manera puede usted explicar todos los informes acerca de platillo voladores, si ha de descartar las naves espaciales?
Allí está el bien conocido aforismo de Sherlock Holmes que dice: «Cuando usted ha eliminado todo lo que es imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser cierto». Esta es una gran falsedad, pues presupone que después de eliminar lo imposible uno se queda con un solo factor. Pero, ¿cómo puede uno saberlo? Esta interpretación incorrecta ha surgido de las matemáticas. En matemáticas podemos organizar nuestras definiciones y axiomas de manera tal que nos quedamos con un número pequeño de factores y nada más, y conocemos cada uno de esos pocos factores. En ese caso si eliminamos todos menos uno, el restante debe ser verdadero (siempre que demostremos que no es posible que ninguno sea verdadero). Esto no se aplica a las ciencias experimentales u observacionales, donde el número total de factores puede ser indefinido, y donde es posible que no todos sean conocidos. Si los platillos voladores son naves espaciales, ello debe ser demostrado por medio de evidencias inequívocas. Jamás podrá demostrarse clamando: «pero, ¿qué otra cosa pueden ser?».

9) Usted personalmente, ¿qué cree que son los platillo voladores?
Mi impresión personal es que casi todas las observaciones son errores o engaños. Muchas son tan confusas e incompletas que no hay lugar para decidir qué pueden ser en realidad. Me han dicho que hay algunos informes (una minoría muy pequeña del total) que parecen no ser ni errores ni engaños; que han sido verificados por observadores atentos y confiables; y que no se los puede explicar empleando ninguna interpretación corriente.

10) Muy bien, aténgase entonces a esos informes. Si no son naves espaciales, ¿qué son?
No lo sé. No tengo por qué saberlo. El Universo está lleno de misterios para los cuales carezco de respuesta. El hecho de preguntarme a mí y que no pueda contestar no prueba nada. Vean, tal vez ustedes no sepan cómo se llamaba el decimoquinto presidente de los Estados Unidos. Si yo digo que su nombre era Jerome Jameson, el hecho de que ustedes no sepan nada que se oponga a esto no demuestra que yo tenga razón.
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ISAAC ASIMOV

Extracto publicado en La Página de Isaac Asimov

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Autor: deroweb

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